Hace cerca de 3.800 millones de años, un suceso devastador alteró notablemente la superficie de la Luna. Un meteorito, con un diámetro de unos 25 kilómetros, colisionó en el área conocida como la cuenca Aitken, situada en el polo sur lunar. Este enorme impacto creó dos valles de tamaño similar al del Gran Cañón del Colorado, en los Estados Unidos, y todo esto sucedió en menos de 10 minutos.
Hace aproximadamente 3.800 millones de años, un evento catastrófico moldeó la superficie lunar de manera significativa. Un meteorito de aproximadamente 25 kilómetros de diámetro impactó en la región conocida como la cuenca Aitken, ubicada en el polo sur de la Luna. Este impacto colosal dio origen a dos valles de dimensiones comparables al Gran Cañón del Colorado en Estados Unidos, y todo ello ocurrió en un lapso de menos de 10 minutos.
La investigación que ha sacado a la luz estos hallazgos se basó en el análisis detallado de imágenes de alta resolución de la superficie lunar. Los científicos emplearon estas imágenes para crear mapas precisos que les permitieron reconstruir la secuencia de eventos que siguió al impacto. El meteorito, al colisionar con la Luna, generó un cráter de aproximadamente 320 kilómetros de diámetro. La energía liberada en este evento fue descomunal, estimándose que superó en 130 veces la potencia combinada de todo el arsenal nuclear existente en la Tierra.
El impacto no solo creó un cráter masivo, sino que también expulsó una cantidad ingente de material lunar. Estos escombros fueron lanzados a velocidades que alcanzaron aproximadamente un kilómetro por segundo, es decir, alrededor de tres veces la velocidad del sonido. Al desplazarse, estos fragmentos de roca impactaron nuevamente contra la superficie lunar, formando una serie de cráteres alineados que, con el tiempo, dieron lugar a los valles conocidos como Schrödinger y Planck. Cada uno de estos valles se extiende a lo largo de unos 270 kilómetros y alcanza profundidades de hasta 3,5 kilómetros, superando en profundidad al propio Gran Cañón terrestre.
La orientación y disposición de estos valles proporcionan pistas valiosas sobre la dinámica del impacto. Los investigadores dedujeron que el meteorito se desplazaba en dirección opuesta al polo sur lunar en el momento de la colisión. Esta trayectoria explica la distribución y alineación de los escombros y los cráteres secundarios resultantes.
Este estudio no solo amplía nuestro conocimiento sobre la historia geológica de la Luna, sino que también tiene implicaciones directas para futuras misiones espaciales. La región de la cuenca Aitken, y en particular el área alrededor del cráter Schrödinger, es de especial interés para las próximas misiones tripuladas al satélite natural de la Tierra. La NASA, a través de su programa Artemis, tiene planes de enviar astronautas a esta región en los próximos años. La comprensión detallada de la formación y estructura de estos valles puede ayudar a planificar mejor las actividades de exploración y recolección de muestras, proporcionando información valiosa sobre la historia temprana del sistema solar.
Además, este evento en la Luna ofrece un paralelo interesante con eventos similares en la Tierra. Aunque nuestro planeta ha experimentado impactos de magnitudes comparables, la actividad geológica y la erosión han borrado muchas de estas cicatrices. La Luna, en contraste, carece de atmósfera y de procesos geológicos activos, lo que ha permitido que estas estructuras se conserven casi intactas durante miles de millones de años. Estudiar estos cráteres lunares nos brinda una ventana al pasado violento del sistema solar y nos ayuda a comprender mejor los procesos que han dado forma a los cuerpos planetarios.